El cine, más allá de un rito
social, es ser cómplice y testigo de algo más que un banal espectáculo. El cine es superior a una mera sustantividad.
Y aunque a fin de cuentas viene siendo algo así como un arte en sí mismo
abnegado a su público, cualquiera que sea éste, uno siempre se topa con una
realidad innegable, y que ese español mil-usos de la risa, llamado Pedro Ruiz,
resumió de esta manera: “Lo bueno del cine es que durante dos horas los
problemas son de otros”.
Así entonces,
ese acontecer en la pantalla se convertiría en un acto de escapismo, de asistir
o no asistir y avanzar sobre el dilema de la simple respuesta hedonista o…masoquista.
Afortunadamente el artificio (y cualesquiera que sean sus sinónimos: treta,
enredo, imitación, apariencia, ilusión, habilidad, arte, máquina o artilugio)
el cine es un instrumento que sobrepasa todo reduccionismo, pues desde sus
albores ha sido concebido como un mecanismo de cuestionamiento que genera
asombro.
Al preguntarme, ¿asombro en cuanto a qué?, decidí en una noche hacer este blog y atacarme a mí mismo con dudas y a los que hagan el favor de leerme, sin dejar de lado el placer y la angustia de tratar de entender la condición humana a través del discurso fílmico.
El Contagiadero será un espacio para el cine de las afueras, el cine que ya no se ve, el que se esconde. En este sitio tomaremos a "esos cines" como una versión más de la realidad, como un constructo que si bien ha sido estructurado por una explosión genérica, necesita ser analizado desde sus particularidades.
Estemos o no en la Era de la Pantalla Chica, el cine está aquí y llegó para quedarse.
A divertirse, cabrones.
Bienvenidos.
Humanoide Gris.
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